(Aparecido en paniko.cl) A veces se mueve como una marioneta, a veces parece un adolescente atormentado y completamente trastornado en el cuerpo de un tipo de cincuenta. El resto del tiempo deja la Schecter Ultra Cure balancearse sobre su vientre para concentrarse frente al único micrófono que hay para cantar en todo el Estadio Nacional.
Robert Smith como una musa del Tim Burton de Edward Scissorhands (1990), Robert Smith que promediando “Pictures of you” parece llorar pero en realidad está sudando y recuerda esa entrevista noventera en Brasil donde dice de muy mal humor «queremos volver a Sudamérica el año que viene, ¡pero en invierno!». Sudar con la cara maquillada y las manos sacudiendo la guitarra en la noche tibia de Santiago. Robert Smith como un pedazo de historia viviente: aparece como la leyenda que viaja desde el pasado, intacta, de voz inmune al tiempo, a los peinados no future y los tours por el hemisferio norte perdidos en youtube. Su apariencia es una copia de sí mismo, oculto tras una sombra como el carisma que deja entrever en la última parte de este concierto, con sus breves bailes y muecas sacados del bufón más siniestro y el interno más desquiciado de alguna cárcel de Ciudad Gótica.
15.4.13
9.4.13
The Black Keys: anticuarios
(Aparecido en paniko.cl) Al final de este concierto los fuegos artificiales no se verán desde esta ubicación ni tampoco se escuchará tronar el cielo de Santiago como el aviso de que no habrá bis y hay que regresar a casa.
21:32. Esto no parece la séptima fila justo frente a la batería Ludwig de Patrick Carney. Esto se parece más a los silencios largos de alguien viendo un accidente, a cuando los segundos se derriten como chicle en el microondas de la mente. Estoy justo frente al parche del bombo que dice The Black Keys y la escena parece un videoclip sacado de un domingo en alguna pequeña república socialista de los Balcanes: la noche nos viste de una moda que ya pasó pero que todavía no ha sido.
21:32. Esto no parece la séptima fila justo frente a la batería Ludwig de Patrick Carney. Esto se parece más a los silencios largos de alguien viendo un accidente, a cuando los segundos se derriten como chicle en el microondas de la mente. Estoy justo frente al parche del bombo que dice The Black Keys y la escena parece un videoclip sacado de un domingo en alguna pequeña república socialista de los Balcanes: la noche nos viste de una moda que ya pasó pero que todavía no ha sido.
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